sábado, 31 de mayo de 2014

Cólico.

          Casualidad.
Me duelen los días así. Pienso en todo lo que he perdido y en lo que perderé. Pienso en cuán feliz hubiese sido si no hubiese cometido errores. Pero lo hice.
Me duele la idea de no ser quien me imaginé ser 10 años atrás, pero me duele aún más la idea de no ser quien me imagino 10 años después, pues creo estar desperdiciando mi vida; no encuentro consuelo en tantos libros, café y recuerdos. Objeto que no hay por qué seguir adelante, me encuentro triste y sin solución, observando como vuela el tiempo y como las lágrimas fluyen. Me asusta la idea equivoca de que permaneceré siempre en ese estado, tan depresivo, tan sombrío. Arrastro la melancolía antigua y la traigo a mi presente aún más basura. Y llega entonces ese momento a mi vida en el que me siento vacía, rota y  desolada, y casualmente le pregunto, como de paso, a quien tengo a mi lado: "¿Alguna vez te han causado tanto dolor que no encuentras cómo reacomodar tus piezas?" Y no hay respuesta. Nunca hay respuesta, sólo la dulzona melancolía de un recuerdo fugaz, rostros tristes y absortos, con mil penas, grandes y pequeñas.
La vida va perdiendo vida y se convierte en confusión, una tras otra las horas pasan perdiendo cavidad en el espacio como horas, son lamentos atrapados en un minutero de muñeca.
Y entonces viene a mí una oleada de paz repentina, pues he llorado hasta vaciar la corrompida melancolía y ésta se convierte en un gozo momentaneo, dando entrada a la deprimente alegría que, como de paso, viene y saluda de vez en cuando.